Equilibrio entre vida personal y profesional

¿O quizás debería escribir desequilibrio? Digo esto, porque en mis procesos de Coaching, surge muchas veces esta inquietud, precisamente porque no suele existir este equilibrio entre la vida personal y la profesional en la mayoría de los directivos.

Esta reflexión la suelen hacer perfiles más maduros, con una amplia experiencia a sus espaldas, pero que tras echar la vista atrás, de las cosas que más se arrepienten es de no haber podido conciliar su vida personal con la profesional.

La balanza por tanto ha estado descompensada siempre, hacia el lado profesional, por supuesto, y eso les hace sentirse mal, que se han perdido muchas cosas, que han renunciado a la familia y a los amigos más de lo debido, y que esos momentos son irrecuperables…por no hablar de la falta de autocuidado, dónde ellos se ponen siempre en último lugar, y física y emocionalmente les pasa factura.

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Jornadas interminables de trabajo, con alta dosis de estrés, con tecnologías en las que los colaboradores deben estar conectados 24/7, falta de delegación, de confianza en las personas del propio equipo, hace que muchas personas se sientan imprescindibles.

Eso, aunque muchas veces lo hacemos tarde, hay que darse cuenta de que es absurdo.

Todos tenemos reemplazo, repuesto o como lo queramos llamar, pero pensar que, si uno no está conectado o en la oficina todo el día no se hacen bien las cosas, es que hay algo que no está funcionando bien. Ni en la empresa ni en nosotros mismos.

¿Qu´é hacer para mejorar el equilibrio entre vida personal y profesional?

Entonces, ¿qué debemos empezar a hacer diferente para que la balanza se empiece a equilibrar? Un estudio realizado en la Universidad Anáhuac, por la revista Generación, nos aporta varios tips o consejos.

  • Desconexión: es necesario apagar el teléfono en determinados momentos, en casa, con la familia, para poner fin a la jornada de trabajo.
  • No ser perfeccionistas: cuando uno es joven la perfección es fácil de mantener, pero a medida que maduramos, y el trabajo se complica, es casi imposible mantenerla. Hay que dar la bienvenida a la excelencia que no es “perfecta”, pero es suficiente.
  • No perder el tiempo: hay que priorizar actividades y distinguir entre las necesarias y las prescindibles, de esta manera optimizaremos nuestro tiempo.
  • Empezar con pequeñas acciones: dividir nuestra meta en pequeñas tareas, que podamos cumplir todos los días, será así mucho más fácil adquirir nuevos hábitos, ya que si visualizamos la tarea completa se nos dificultará.
  • Ejercicio y meditación: basta con tomarse todos los días unos cuantos minutos, en la mañana o en la noche, para ejercitar tu cuerpo y apaciguar la mente. El objetivo es despertar a tu sistema nervioso parasimpático, y poner en marcha a tu cuerpo mientras te liberas del estrés.

En nuestras manos y en las de las empresas está equilibrar la balanza. Lo que se ha demostrado es que cuando esto ocurre, las personas mejoran su salud, su rendimiento laboral, y reparten mejor sus tiempos de ocio. A su vez, las empresas bajan el nivel de ausentismo, y se produce mayor compromiso por parte de los trabajadores, más productividad y menores costos.

Me quedo con la frase de la socióloga Betsy Jacobson: “El equilibrio no es una mejor gestión del tiempo, sino una mejor gestión de los límites. Equilibrio significa tomar decisiones y disfrutar de esas decisiones.”

En dpersonas estamos para ayudar a los líderes con esta sensible tarea.

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