La vida está llena de decisiones. Una de nuestras frases favoritas es de Matthieu Ricard: “Somos el fruto de una serie de actos libres de los que somos los únicos responsables”. Si la vida está llena de decisiones, si tomamos infinidad de decisiones cada día, aún sin ser conscientes de ello, ¿por qué tenemos tanto miedo a veces a tomarlas?
“Somos el fruto de una serie de actos libres de los que somos los únicos responsables” - Matthieu Ricard Clic para tuitearEl miedo de tomar malas decisiones
La clave está en las consecuencias de las malas decisiones. Si tenemos miedo a fracasar, si nos atenaza equivocarnos, difícilmente tomaremos decisiones buenas en libertad. De hecho, en ocasiones, optamos por tomar la decisión menos mala para cubrirnos ante nosotros mismos y nuestras empresas. Conozco mucha gente que deja pasar el tiempo para, estando ya en el precipicio, cubrirse eligiendo la “única que se podía tomar”.
Siendo esta una de las dos competencias críticas de un buen directivo, no podía dejar de ser la piedra angular de nuestros programas de perfeccionamiento. Y para ello utilizamos el Método del Caso, iniciado por Harvard en su escuela de leyes hace más de un siglo. Algo que lleva funcionando 103 años no puede irle mal a nadie. Con este formato apalancamos los conceptos previamente entregados, y los llevamos a situaciones reales, en las que los directivos han de sacar su mejor saber y entender. Y como los casos no son de éxito, sino situaciones concretas en las que igual, hasta las decisiones que se describen no fueron buenas, al directivo le toca entrenar su capacidad para decidir.
Mi primer libro se tituló “Tiempo para Decidir”, en una adaptación a esa extraordinaria herramienta que poseemos los que hemos entrenado al Baloncesto alguna vez, el Tiempo Muerto, que nos permite, observando una situación mejorable, parar el juego y tomar decisiones que nos ayuden con nuestro objetivo. Y para eso tienes un minuto, 60 segundos, con lo que las decisiones han de tomarse de la manera más rápida pero efectiva posible.
A nuestros Directivos participantes les mostramos las partes de la decisión, le enseñamos los pasos minuciosamente, los repiten en cada caso hasta interiorizarlos, y con ello nos aseguramos que nuestros programas se impregnan de lo que llamamos aprendizaje experiencial, o lo que es lo mismo, de aprender haciendo.
¿Cómo se toman las mejores decisiones?
Lo primero es abstraerse de la situación, mirarla de manera objetiva, y no dejarse influir por los juicios, ya sean propios o ajenos. ¿Cuántas malas decisiones hemos visto tomar por hacer lo que otros decían? ¿Por no entender lo que estaba pasando de verdad? ¿Por dejarnos llevar por síntomas que claramente no son el problema? ¿Por aplicar criterios en los que no creemos? Lo peor es que cuando hacemos eso, dinamitamos nuestra propia confianza y la de los demás. Yo prefiero equivocarme con mis criterios que acertar a medias con los de los demás.
¿Y si me equivoco en tomar decisiones?
Un viejo adagio decía: “Nunca pasa nada; y si pasa ¿qué ocurre?; y si ocurre ¿qué pasa?”. Sin llegar al extremo de la desidia es verdad que, en ocasiones, problemas que vemos hoy, mañana ya no lo son tanto, y así, decisiones que tomaríamos hoy, igualmente mañana las podemos ver distintas. La templanza nunca ha sido mala consejera para las decisiones.
Por otro lado, hoy las decisiones se alivianan porque han dejado de ser “para toda la vida”. En un mundo tan cambiante como este, en el que casi todo es sustituible, siempre tenemos la oportunidad de volver a tomar nuevas decisiones, lo que justificaría la frase de la genial Gretchen Grundler en la serie de dibujos animados Reccess: “Los errores no existen, sólo son decisiones de las que tenemos algo que aprender”.
“Los errores no existen, sólo son decisiones de las que tenemos algo que aprender” -Gretchen Grundler Clic para tuitearBuena semana, buenas decisiones, y no dejen de entrenar a su gente en este apasionante y difícil arte. ¡Nosotros les ayudamos!
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