Esta mañana me he topado con esta interesante reflexión de Vicente Moreno, un extraordinario profesional al que por amistades mutuas he tenido la suerte de conocer mejor, y valorar muchas de sus cualidades como la gran persona que es. Dice Vicente: “…La experiencia lo es todo. La experiencia te ayuda a identificar pautas, te ayuda a anticipar situaciones, te ayuda a reconocer los datos críticos, te ayuda a diferenciar lo que es posible de lo que es probable…”
¿De verdad nos sirve la experiencia pasada en estos veloces tiempos de cambio? ¿No vale hoy más la capacidad de adaptarse a los cambios, que la experiencia en resolver viejos axiomas? ¿No hemos crecido sobrevalorando la experiencia? ¿No será que la experiencia era lo más valioso que teníamos a mano para resolver problemas? ¿Y ahora? ¿No tenemos tantas alternativas que la experiencia ha quedado en un segundo plano? ¿Nos puede servir la experiencia siquiera para elegir bien, para tomar buenas decisiones?
Me he quedado pensando un buen rato en algunos supuestos sobre el particular con los que hemos crecido:
1.- “La experiencia es un grado”. La generación de nuestros padres acuñaron esa frase que, repetida cientos de veces, se convertía en un “carma”, en una forma de entender la vida. Probablemente tenía que ver con el espíritu militar, en el que los ascensos en la cadena de mando, los “grados”, se obtienen (se supone) por méritos, pero también por “antigüedad”. Eso hacía que muchos sólo ascendieran cuando les llegaba el turno, lo que confería al concepto de paso del tiempo, a la antigüedad, un indiscutible valor. Hace años trabajé en una compañía en la que cuando pasabas determinado tiempo allí eras “ascendido” automáticamente. No importaba el desempeño, no importaban los conocimientos, ni la calidad del trabajo entregada. Ascendías y punto.
2.- “Tengo 30 años de experiencia”. Tener muchos años de experiencia no es igual a tener mucha experiencia. Muchas personas no han querido, o no han tenido, la oportunidad de desarrollar una verdadera carrera profesional, rica en experiencias y cambios, trufada de conocimientos y retos. Mucha gente ha trabajado siempre en lo mismo, de la misma manera, y en la misma empresa. Todos conocemos casos de esos. Mi hermano Rubén dice que hay personas que dicen tener 30 años de experiencia, cuando en realidad tienen “un año de experiencia” repetido 30 veces.
3.- “Soy un experto en eso”. El mundo va tan rápido que hace años, ser un experto en MS-DOS o en programación BASIC, sirvió por dos quinquenios. El que fue experto en Windows 3.11 lo fue por cinco años, y al que lo es de Windows 7, le fue útil apenas por dos. Es sólo un ejemplo. Cuando yo me incorporé al banco en el que trabajé veinte años, acababan de cambiar el sistema transaccional. Nada más llegar me di cuenta que tenía la misma experiencia en el nuevo sistema, que gente que llevaba allí quince años, de modo que desmonté de golpe las dos premisas anteriores. De hecho me convertí en la primera semana en el “experto”.
Con estos ingredientes. ¿sirve de algo la experiencia tal y como la conocemos? ¿No nos ata la experiencia a viejos anclajes que hoy ya no nos sirven? ¿No nos está limitando? La experiencia de uno no es más que eso, una experiencia del momento en que vivimos una situación, que viene determinada por las condiciones en las que se tuvo, y que no necesariamente se vayan a volver a repetir. Es más, lo normal es que no haya una nueva oportunidad de tener las mismas condiciones. Si esto es así, ¿por qué utilizar viejas soluciones para nuevos problemas? ¿para qué nos sirve? ¿nos valen las respuestas antiguas a las nuevas preguntas?.
“Cuando teníamos todas las respuestas, de repente nos cambiaron las preguntas”.
Pensaba en esto, porque me parece que hoy la experiencia no es tan importante como la capacidad de adaptarse y de aprender. Mi compañera Lucía Sánchez me decía estos días mientras hablábamos de ello: “Lo que hoy es experiencia, mañana es obsolescencia“.
Hoy, de los réditos de la experiencia se vive peor que de la capacidad de aprender. Porque aprender es también liberarse de lo prendido (a-prender), dejar de lado viejos hábitos o viejas soluciones que nos sirvieron en algún momento, pero que ahora no nos van a ayudar en nada. Aprender es también saber liberarse de la experiencia no útil, de aquella que sólo me supone un lastre en mi desempeño presente y futuro.
He llegado a la conclusión que la única experiencia que sirve, que hoy supone “un grado”, es la de aquel que es capaz de adaptarse rápidamente a los nuevos entornos, esté donde esté. Tener experiencia en resolver situaciones complejas, adaptándose pronto a los cambios y estimulando a otros para que lo imiten, si que me parece hoy de un valor incalculable. Quien ha tenido experiencias de este tipo y sabe manejar esas situaciones, para mi sí que es un experto en algo útil hoy.
Buena semana!!!!!
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