Vengo de pasar unos días por la costa oeste de los Estados Unidos. Regreso re-enamorado de ese espíritu emprendedor que se respira en California y que quedó impregnado desde los primeros pobladores que buscaban lo desconocido, pasando por los que sobrevivieron a la conquista del oeste, hasta los más recientes supervivientes de las “puntocom”, que hoy vuelven a tener Silicon Valley hiperinflacionado con sus astronómicos salarios.

Estos días me he repetido las mismas preguntas: ¿Qué tienen las personas que innovan? ¿Qué hace falta para innovar?¿Cómo las compañías consiguen crear este nivel de tensión innovadora? ¿Y mantenerlo? No faltará quien se refiera al dinero que ganan estas personas como un extraordinario aliciente para la innovación. Pero, ¿es cierto? Si el dinero ha demostrado no ser un “motivador” sino más bien un elemento “higiénico”, ¿podrá ser un elemento determinante en la innovación? ¿Innova la gente por dinero? ¿Innova más quien más gana?
Lo cierto es que buena parte de estas empresas no eran más que tímidos emprendimientos hace menos de veinte años. Todas ellas consiguieron encontrar ese hecho diferencial que les ha permitido llegar a dónde están. Todas supieron ver en la Innovación su oportunidad para crecer, y ¡de qué manera!. Ocuparon espacios que antes nadie ocupaba, generaron categorías de productos/servicios que no conocíamos. Hoy a nadie le extraña que algunas de ellas estén a la cabeza de las compañías con mayor crecimiento en capitalización bursátil. No es casualidad tampoco que los Estados Unidos sigan siendo el primer país en aportar empresas al Top 100 mundial, como recoge este informe de la consultora PWC.
Nada garantiza que una startup vaya a salir adelante por innovar, pero tengo claro que si no lo hace, si no ofrece algo diferente, ya sea en precio, en cómo darlo a conocer, en las propias características del servicio o el producto, o en la forma de llegar al usuario, tendrá serias dificultades para crecer.
Afortunadamente las generaciones que van llegando saben bien de esto. Hace unos días vi un anuncio de una Universidad cuyo reclamo es que «el 70% de los alumnos que acababan sus estudios de Administración de Empresas fundaban una al acabar». Es que tiene todo el sentido del mundo. Lo que no lo tiene es que alguien se haga una carrera de cinco años, un grado de cuatro, para optar a un trabajo temporal mal remunerado, con tal de tener un empleo. Hoy los chavales lo saben, y cada vez hay más iniciativas en este sentido. El programa “The Masters”, al que estas dos semanas están asistiendo estudiantes de entre 15 y 18 años de diferentes partes del mundo, da buena muestra del interés y la necesidad de ir introduciéndose en el mundo de las empresas.
Y si uno lo que tiene es un trabajo por cuenta ajena, más le vale pensar en cómo innovar para ofrecer valor a su patrón. Pero también cómo emprender, o lo que se ha dado en llamar intra-emprender, para que se ponga en valor su trabajo, sus conocimientos, y sea deseable para el empresario.
Innovar y emprender ya no sólo son buenas opciones. Estamos obligados a ello, hagamos lo que hagamos.
Buena semana!
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