Cuenta una vieja leyenda que un Rey le pidió al sabio del lugar una receta infalible para cuando todo fuese mal, para cuando hubiese agotado todas las soluciones posibles a su alcance. El sabio, tras unos días de reflexión, le dio a su señor un pequeño papel doblado varias veces, con la advertencia que sólo lo abriera cuando de verdad hubiera agotado todos sus recursos. Unos meses más tarde, el rey se encontraba en una dura batalla y fue acorralado junto a algunos de sus hombres por el enemigo en un bosque frondoso. Viéndose en situación extrema, y con el ruido del los caballos de los enemigos casi encima de ellos, decidió abrir el papel que le confió el sabio. Ansioso por saber lo que allí encontraría, lo leyó: “Esto pasará”. Sin sentir mucho alivio, comenzó a oír cómo el enemigo pasaba de largo y se alejaba… Unos días más tarde fueron recibidos en su ciudad por una multitud que festejaba los logros del valeroso rey. Como agradecimiento pidió al sabio que le acompañase en el balcón a saludar a la jubilosa población. Cuando estaban allí, rodeados de miles de personas que saludaban y vitoreaban, el sabio pidió al rey que volviese a leer el papel, y una vez que éste lo hubo hecho, el sabio le dijo: “Majestad el papel que le entregué sirve también para estos momentos. Créame, esto también pasará”.

Como decía el sabio, también es importante ser conscientes de que lo bueno tampoco es para siempre. Hay que disfrutar los buenos momentos, abrazarlos y darse cuenta de lo privilegiado que se es cuando éstos llegan. Pero uno no puede olvidar que todo es pasajero. Yo siempre he creído que uno no puede vivir del cargo, de lo que pone en su tarjeta. El puesto es temporal, la persona permanece. Mucha gente vive pensando que “son” lo que dice en su tarjeta, cuando en realidad sólo “están siendo” lo que pone su tarjeta. Cuando el puesto cambie, cuando quien le paga decida dejar de hacerlo, la persona no puede dejar de “ser”. Un buen ejemplo lo tenemos en los deportistas de élite que muy pronto dejan de estar bajo los focos: se apagan los aplausos, y se dan cuenta que han dejado de “ser”. Comienza entonces otra nueva vida anónima en la que a pocos interesa lo bueno que fuiste en tal o cual materia, sino lo que puedes hacer en ese momento. Y si no se es consciente de eso, si no se gestiona bien, cuando los teléfonos dejan de sonar, el vacío puede llegar a ser insoportable. Conozco muchos ejemplos de personas que en algún momento fueron exitosas y que no contaron con el papelito del sabio para advertirles de que “Esto también pasará”.
Buena semana!!!
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