Quizá este post entre un poco “con calzador” en el blog, por cuanto no habla de empresa y sólo circunstancialmente de deporte. Sin embargo, parte de lo que somos los adultos, de cómo somos como profesionales, se lo debemos a lo que ocurrió en nuestra infancia.
Hace unos días leí el dodecálogo que publicó el ayuntamiento de Valencia con recomendaciones a padres de chavales deportistas sobre cómo comportarse en una cancha. Hace unos años, mientras entrenaba equipos de niños, pude observar cómo la presión añadida que ponen algunos padres a éstos para que triunfen, para que sean los mejores, acaban dando el peor resultado posible. Niños estresados, que no disfrutan con la tarea, que sienten que no están a la altura, que sienten que defraudan y con ello también se siente frustrados…. Esto no es una anécdota. No tienes más que ir a cualquier campo donde jueguen niños una mañana de sábado o domingo para comprobarlo. Da igual si es fútbol, baloncesto, natación o pádel. Mis hijos han jugado a todo eso y he tenido oportunidad de comprobarlo cada semana. Padres que no respetan al entrenador, ni al árbitro, ni a los contrarios, ni a los compañeros de sus hijos… ¿Qué se puede esperar? ¿Qué ejemplo les estamos dando? ¿Qué tipo de persona, de profesional o de deportista estamos educando?
En el oficio de padre nos va ponerles en el camino, enseñarles respeto por los demás, disciplina personal, capacidad de esfuerzo, entrega por lo que hagan,… De eso el deporte enseña muchísimo, pero también nos lo podemos cargar dando mal ejemplo.
Enhorabuena por la iniciativa
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