Mucho se está escribiendo estos días de la Superbowl: Que si record de audiencia, que si el show del intermedio, que si 30 segundos en TV pueden valer 4,5 MM del apreciado dólar,…

En esta ocasión me quedo con el error de Pete Carroll, el entrenador de los Seahawks, cuando, teniendo cuatro posibilidades para avanzar una escasa yarda, ordenó un pase largo que acabó interceptado por un listísimo novato de 24 años apellidado Butler, y que le dio el triunfo a New England. Inmediatamente, en el mismo momento, los comentaristas dispararon contra Carroll, contra su coordinador ofensivo Darrell Bevell, sobre el quaterback Russell Wilson. ¿Por qué se les ocurriría esta jugada teniendo a un jugador como Lynch en el campo, que pasa por en medio de quien se le ponga por delante, y no habría tenido mucha dificultad para cambiar el rumbo del destino? ¿Acaso son idiotas y no lo vieron? ¿Acaso no saben de esto y el triunfo del año pasado fue un espejismo, como llegar a la final de la Superbowl este año?
Si te has perdido o no te has enterado de mucho, te resumo, porque yo me habría perdido también. El entrenador escucha a su ayudante, le da una orden al que tiene que pasar la bola, y entre los tres la lían parda. ¿Qué ocurriría en la vida real? Bueno, las circunstancias, la tensión, el árbitro, la publicidad tan larga en TV, la desconcentración de ver cantar en el descanso… Excusas. Patrañas de mal perdedor. ¿Saben lo que hizo el entrenador? Es mi culpa. Fallé. Me equivoqué. En primera persona. Sin medias tintas. Y, ¿saben lo que dijo el quaterback encargado de pasar? No hay que echar la culpa a nadie más que a mí. Si hubiera lanzado mejor, seríamos campeones. Me encanta esa forma de asumir las consecuencias de las decisiones.
¿Quién no se equivoca en su trabajo? ¿Acaso no somos humanos? ¿Acaso estamos programados para ser infalibles? ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer nuestros errores y pedir perdón por ello? Vivimos muy a menudo rodeados de gente que se pasa el día dando lecciones a otros, que no se equivocan, que se creen infalibles, pero que precisamente por eso no suenan reales.

Reconocer los errores, obtener el jugo de la enseñanza que llevan asociados, y volver a intentarlo, es el motor de la humanidad. Tener la humildad de reconocer los errores propios, no sólo no te hace más débil de cara a los otros, sino que por su escasez en los tiempos que corren, es una actitud que te convierte en un humano sabio al que todos querrán tener cerca.
Buena semana!!!
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