Hace algunos días me cambié un correo con un compañero español que tuve en Dominicana y que ahora se encuentra en Perth, Australia, en el otro lado del globo. El doctor Alcaráz, que es como se le conoce en el mundo académico a mi buen amigo José Manuel, me hablaba de la empleabilidad. Curioso término para manejarse en este momento entre dos personas que están trabajando a miles de kilómetros de sus ciudades de origen, en las que, por cierto, los desempleados se cuentan por miles.
Pero, ¿qué es la empleabilidad? Dando vueltas por la red he encontrado esta definición en una artículo del suplemento “Su Dinero” de el diario digital “El Mundo” de hace nada más y nada menos que catorce años: «las posibilidades que usted tiene de encontrar empleo y amoldarse a un mercado de trabajo en continuo cambio».
Esta nueva realidad, que hemos convenido en llamar “globalidad”, ya no tiene vuelta atrás. Hoy se puede trabajar en proyectos con personas que están a miles de kilómetros con husos horarios muy diferentes, se comparte información y se publican blogs que se leen en todas partes del mundo, se estudia en las mejores universidades del planeta, de forma online, desde cualquier otro lugar, se trabaja con aplicaciones compartidas gratuitas al alcance de cualquiera, en tiempo real, desde cualquier rincón de la galaxia conocida…. Ya no hace falta “estar”, ya no hace falta comunicarnos de forma síncrona con otros, ya no es necesaria la presencia física en el mismo lugar para comunicarnos, para intercambiar y para trabajar con otros. Y eso, lejos de restar oportunidades, las multiplica exponencialmente.
Hace unos meses asistí a una interesante conferencia del economista encargado de la red de profesionales de la educación terciaria del World Bank, Jamil Salmi. Su provocadora ponencia citaba a Peter Knight cuando en 1994 decía “Al inicio del siglo XXI la gente podrá estudiar lo que quiera, cuando quiera, donde quiera, y en el idioma que prefiera, digitalmente”. Salmi se aventura a pronosticar que en el futuro cambiaremos 15 veces de ocupación a lo largo de una vida laboral y eso no será posible sin una educación continua especialmente enfocada en los cambios en la carrera profesional.
Eso que pronosticaba Knight y que corroboraba Salmi ya está aquí. Hemos entrado en una nueva era en el campo de la empleabilidad de las personas. Pero también en el de la necesidad de estar al día. Con la desaparición de los trabajos para toda la vida, llega la multiplicidad de vidas laborales dentro de la misma. Esta nueva era nos da la oportunidad de reinventarnos, de usar nuestra experiencia y conocimientos en otras áreas, en otras industrias, pero con ello también la obligación de formarnos permanentemente. En unos meses acabaré el Programa de Alta Dirección de Empresa (PADE), que comencé en Mayo en Barna Business School, la escuela de negocios dominicana para la que trabajo. En paralelo estoy tomando un programa de Marketing en Wharton a distancia, y otro de Inteligencia Emocional con el mismísimo Richard Boyatzis en Case Western Reserve University. Este es el precio a pagar si uno quiere estar al día. Este es el gratísimo peaje que la vida le pone delante al directivo del siglo XXI.
Un nuevo futuro ha llegado para quedarse. Un nuevo presente nos provoca cada día. Bienvenido sea.
Buena semana!
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