Odio los decálogos. Vaya por delante esa opinión generalizada que comparto a veces. A lo largo de mi carrera profesional he leído decenas, cientos de decálogos de cómo ser un buen empleado, un buen directivo, un buen jefe, un buen emprendedor… He leído cosas de los cinco continentes, he buscado las mejores prácticas allá donde podía ver algo interesante, algo que pudiera servirme. He encontrado verdaderas joyas y cosas infumables. Hasta aquí nada nuevo. Si estás leyendo esto, a ti también te habrá pasado. Hace un tiempo di un paso más, y recogí buena parte de estas inquietudes en dos libros que contienen experiencias que pudiesen servir a otros directivos. El primero trataba de llevar los valores del baloncesto, del deporte de equipo en general, al mundo de la empresa. El segundo contaba cómo afrontar la desvinculación profesional de un directivo con su empresa. Pero como en este mundo no se deja de aprender, a medida que pasa el tiempo uno va convenciéndose de algunas cosas, probando otras y desechando las que menos le sirven. Con el paso del tiempo he llegado al convencimiento de que. un buen directivo sólo tiene que hacer cinco cosas, pero hacerlas bien.
Tener una visión clara y alineada de cómo hacer las cosas y saber comunicarlo.
Parece sencillo pero es uno de los fallos más generalizados que veo en algunos directivos a los que trato y escucho a diario en mi trabajo actual. No saber dónde quiere estar la empresa dentro de cinco años, no tener claro un objetivo, no saber el “qué”, hace que el “cómo” sea en ocasiones errático, tomando decisiones no uniformes, que están más cerca de la improvisación y de la inmediatez del “apagado de fuego”, que de la labor directiva. En otras ocasiones, también bastantes, el directivo tiene la idea en su cabeza, pero su incapacidad para comunicarlo, puede acabar con sus mejores propósitos. Tan importante como saber, es saber contarlo.
Organizar un buen equipo y una estructura lógica que lo soporte.
No me haré aquí muy extenso porque el formato del blog no me lo permite, pero seleccionar un buen equipo, con gente que aporte, que sume, que empuje, que se crea la misión de la empresa, del grupo, que provoque, que rete, que sienta lo que estamos haciendo, es vital. Tener un equipo de mediocres que me dicen que si a todo pero luego no hacen, que provocan mal ambiente, que mienten, que bloquean iniciativas, que se escaquean a la primera de cambio, que no son responsables, me garantiza sólo una cosa: El fracaso más temprano o más tardío.
Implicarse en el proceso. Dar ejemplo.
Si algo es importante, usted es el primero. No significa que tenga que coger el violín de la orquesta cuando la cosa se pone fea, ni que tenga que entrar al campo a tirar el penalti decisivo. Eso es trabajo del equipo, pero si hay que entrenar a las siete de la mañana, usted no puede llegar a “y media”. Si hay que viajar tres días seguidos sin descanso, usted no puede ir en business mientras el equipo va en las mazmorras. Dar ejemplo significa implicarse al máximo en su papel, estar disponible, esforzarse más de lo que le pide a su gente, comprometerse con más intensidad. Muchos de los fracasos empresariales que he visto a lo largo de mi vida están en no entender este pequeño detalle.
Hacer seguimiento. Dar feedback.
Las personas necesitamos sentirnos queridas, necesitadas, importantes y estimadas. Y si no es así, necesitamos que se nos diga. Cada día, cada semana que usted no habla con su equipo, que no les cuenta como van las cosas, que no les retroalimenta sobre cómo ve usted la jugada, se produce un desenganche. No conozco a nadie que no necesite saber lo que piensan sus jefes de lo que está haciendo y cómo lo está haciendo.
Buscar nuevas y mejores opciones. Aprender cada día.
No deje de aprender. Este mundo, la vida que nos ha tocado vivir, va a tal velocidad que si usted cree saber todo o casi todo de su negocio, está literalmente “muerto” profesionalmente. Siempre hay novedades que explorar, sectores que conocer, tendencias que digerir, buenas prácticas que implementar, siempre se está aprendiendo. La mejor manera de aprender es, en ocasiones, desaprender buena parte de aquello que le trajo hasta acá. Mucha gente dirige hoy sus empresas con modelos del siglo pasado, sin esforzarse en saber qué es lo que tiene que hacer para conseguir llevar a la empresa a dónde quiere. Pero para eso, y por eso esto es un proceso circular que no acaba, hay que tener una visión clara de a dónde se quiere ir.
Buena semana!
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