Hace unos días me he encontrado con un grupo de compañeros del equipo de basket de la universidad de hace muchos, muchos años. Hay un componente de nostalgia por los tiempos pasados que se conjuga con la alegría de volvernos a ver. Sin embargo, no dejo de alegrarme aún más porque en esta delicada situación laboral, ninguno de ellos, personas de distintos sectores y niveles de responsabilidad, estaban sin empleo. No es que me alegre de que les pase a otros. Estamos en una situación tan complicada que mañana nos puede pasar a cualquiera, la verdad, pero me llamó la atención que en esta docena de personas no hubiera ni atisbos de que este mal pudiera estar cerca.
¿Qué tienen los miembros de este grupo en común? Pues yo creo que lo primero es una tremenda capacidad de lucha, de sacrificio, de pelear hasta la última bola, de no dar el partido por perdido, de ayudar a otros y pedir ayuda cuando se necesita, de trabajar por el resultado del equipo y no por el beneficio individual…. Estoy seguro que ninguna de estas cosas, por sí solas, garantizan el éxito en el campo profesional. Estoy también seguro de que muchas de las personas a las que la suerte les ha sido esquiva en estos tiempos, tenían estas actitudes. Pero también estoy seguro de que quien ponga en práctica estas formas de hacer, quien las lleve en su ADN profesional, saldrá antes del duro trance en el que el destino laboral les haya podido poner.
Hablamos de lo que he hablado en este espacio ya por algún tiempo. Hablamos de cosas sencillas como la disciplina, ya sea con respecto a una organización, o respecto a la disciplina personal que te permite autogestionar tu vida y tus tareas. Hablamos de la capacidad de sacrificio, del compromiso, de la necesaria y casi olvidada a veces lealtad… Hablamos del esfuerzo y la ilusión, hablamos de la entrega, del apoyo al otro, del compañerismo, de dar y saber recibir…
Nada nuevo bajo el sol. Nada que no pueda hacer pensar a algunos que ésto no son más que conceptos vacíos y palabras huecas y gastadas de tanto usarlas. Pero cuando uno vuelve a ver en el grupo humano con el que me junté el otro día todas esas cosas en las caras de cada uno de ellos, lo que te aborda no es otra cosa que las ganas de compartirlo. Estos tipos son así, porque cada día, en cada acto, hacen uso de ello y además, como un amigo decía en tono jocoso: “Sin darse importancia”…. Y eso es lo mejor, que el deporte nos ha hecho tenerlo en la piel. Muchas de estas cosas se aprenden difícilmente en los libros, se ponen en práctica difícilmente en entornos laborales tan complejos y competitivos como los que ahora vivimos, pero cuando se tiene la suerte de llevarlo desde pequeño, de que el deporte te los haya regalado y te los haya marcado a fuego, es una suerte.
A mis amigos les ha funcionado. Eso es un hecho, pero ¿lo utilizamos el resto? ¿Somos generosos? ¿Nos sacrificamos por el equipo? ¿Ayudamos a otros a mejorar? ¿Somos disciplinados? ¿Somos leales a quien nos paga? ¿Nos esforzamos cada día en mejorar para nosotros mismos? ¿Somos lo suficientemente humildes para darnos cuenta de que nos queda mucho por aprender? ¿Escuchamos a los otros con atención cuando nos hablan? ¿Estamos para ellos? … Muchos interrogantes para resolver. Muchas cosas por mejorar.
Os dejo con un divertido vídeo. Espero que no cunda el ejemplo….
Interacciones con los lectores