Hacía tiempo que no teníamos en España una ola de calor tan intensa. Eso tiene al país más en busca de una sombrilla, que de nuevas ideas o ventajas competitivas de futuro. Se da la circunstancia que aún estamos medio anestesiados por el reciente triunfo de la selección española de fútbol en los mundiales de Sudáfrica. El reciente debate sobre el estado de la nación fue tan soporífero y aburrido, que hasta uno de los principales contrincantes decidió saltárselo el segundo día. El otro, el presidente de gobierno, no podía por razones obvias, pero estoy seguro de que de haberlo podido hacer, también lo habría hecho en busca de su sombrilla.
Y tras todo este panorama, más de lo mismo en cuanto al día a día. Este fin de semana estuve con unos amigos que hasta hace dos meses tenían trabajo por cuenta ajena, vamos, trabajo del que conoce casi todo el mundo. Hoy él está poniendo su propia empresa, con más trabas por parte de administraciones, bancos y clientes que pagan tarde, que otra cosa… Ella está en desempleo. En su empresa la dijeron que cerraban, y que al día siguiente no tendría ya que ir. Así, sin anestesia ni paños calientes. ¡En el paro!. El FOGASA le debe pagar parte de la indemnización, con lo que se convierte en su primer organismo acreedor. El INEM aún no la ha pagado prestación alguna. Segundo organismo acreedor. En el concurso de acreedores de su empresa tienen como principales clientes (ahora deudores), a dos ayuntamientos grandes. Tercer y cuarto acreedores principales. Su principal acreedor es, pues, la cosa pública. Gracioso, ¿no? Pues en ésas están los muchachos, intentando sobrevivir como pueden a esta crisis que hace dos años algunos decían que no existía, y que no está haciendo más que asomar a las pequeñas economías, a las domésticas, al día a día. Porque en éste nuestro país, una cosa es que las cifras macro se resientan, o que el PIB baje, o que la inflación suba, y otra muy distinta es que no tengas para pagar la comunidad de tu casa. Y este es el drama que aún nos queda por vivir, el de vecinos, amigos, allegados o el nuestro propio. Y de esto no se preocupan nuestros políticos. A ellos no les llega. Tienen su trabajo y su puesto asegurado. Entonces, ¿Qué van a saber ellos de por lo que están pasando nuestros dos amigos? ¿Qué saben ellos de lo que necesita un padre/madre de familia para abrir, ni siquiera para llegar a fin de mes, el quiosco cada día?…
Es tiempo de buscar soluciones, de mirar al futuro, de no esperar la receta mágica por parte de nadie. Es tiempo de buscar nuestro futuro, de trabajar por aquello en lo que creemos, de echar horas, de poner ilusión y esfuerzo, de no desfallecer. Hace algún tiempo oí a una persona decir que no sobraban tres millones de trabajadores (cuando esta era la cifra de desempleados) sino que lo que hacía falta eran 100.000 empresarios. Y en este país tenemos muchos complejos sobre esto. El otro día hablaba con una chica ya entrada en edad, leída, y con trabajo en el mismo sitio después de treinta años. Me decía, y cito casi textualmente que: “Ya se sabe lo que son las empresas, capital y más capital, y con ello, la explotación al trabajador”. ¿Puede haber un lenguaje más rancio y más dañino para las necesidades que nos impone este duro presente? Pues eso, que mi amigo, con su empresa, además de buscar clientes por debajo de las piedras que luego le puedan pagar, se va a tener que pegar con la administración que le debe dinero a su mujer para sortear mil obstáculos, y a lo peor, cualquier día mientras cena con los amigos, le llaman capitalista opresor.
¡Qué país!
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