De las palabras a los hechos y los YSI

En los últimos tiempos todo el mundo habla de cambios. De cambios obligados, necesarios, deseables, de cambios forzados, voluntarios… Cambiar. Es la palabra de moda. Hemos desgastado la frase de Einstein de tanto usarla: “Si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos obteniendo lo que estamos obteniendo”.

Cambiar está de moda. Yo he escrito muchas cosas sobre los cambios. Solo hay que pinchar en la nube de tags (qué nombres nos traen estas nuevas herramientas 2.0…) Uno de ellos decía que cambiar duele. Y es cierto, cuando uno habla de cambios sobre el papel es fácil. Cuando uno ha de cambiar de hábitos, cuando ha de abandonar su rutina, su seguridad, cuando ha de salir de su círculo de confort, ya no lo es tanto.

Por eso, es tan importante pasar de las musas al teatro. Por eso, es muy bueno experimentar los cambios para aprender a gestionarlos. Por eso, y porque vives lo que hablas. Es muy fácil hablar de toros desde la barrera, o ganar los puntos en Wimbledon desde el sofá de casa. Lo difícil es hablar de la mina bajando a ella, o hablar de lo complejo de la venta con el maletín bajo el brazo haciendo “puerta fría”.

Hace ahora casi un año lo comentaba con un compañero que estaba algo temeroso del futuro por llegar. Hablábamos de los YSI. Los YSI son preguntas que todos nos hacemos ante los cambios: ¿Y si mañana venden la empresa?, ¿Y si me equivoco y el nuevo jefe es malo?… Entonces me acuerdo de una anécdota que atribuyen a un jefe de riesgos de determinada entidad bancaria que, estando de visita en un manantial al que iban a financiar, preguntó muy serio a su dueño: ¿Y si se seca el manantial? A lo que el cliente contestó con otra pregunta: ¿Y si me acuerdo de tu padre? (la leyenda urbana pone aquí palabras peor sonantes).

Hay muchas maneras de acabar con los YSIS que nos paralizan. Hace unos meses me hicieron esta entrevista en TVE. Me encanta la forma en que el personaje de la moto aborda los YSI que le ponen…


El mejor antídoto para los YSI son los YSINO. ¿Y si no pasa? ¿Por qué presuponemos que en los cambios han de estar encerrados oscuros nubarrones que nos van a caer encima a la primera de cambio?

Otro de los antídotos que conozco, y aplico, para librarme de estos malos pensamientos es preguntarme: ¿Si pasa?, ¿qué importa?, y ¿si importa?, ¿qué pasa? Lo oí en algún sitio hace tiempo, lo eché en la mochila, y tiro de ello de vez en cuando.

Pues eso, que no todo lo que puede pasar en los cambios va a ser necesariamente malo. Al contrario, por duro que nos pueda parecer, los cambios siempre traen enseñanzas, cosas que aprender, colegas nuevos, nuevos lugares, nuevos amigos, nuevos caminos por recorrer…

¡Yo paso otra vez de las palabras a los hechos!
¡Me apunto al cambio de nuevo!

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